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Todavía recuerda cuando le pedía llorando al Señor que un milagro “que le librara del dolor producido por la quimioterapia, ¡DIOS!, ¿dónde estás?”. Aunque al principio de su enfermedad no veía la Mano Divina, ahora está inmensamente agradecido a Dios por su “silencio de amor” y da testimonio de su lucha durante tres años contra el cáncer.
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“Si alguien te dijera: ´Oye, tengo en mis manos una enorme bendición para ti, lo único que necesito es que pases 1022 días con cáncer´, ¿qué harías? El 4 de marzo del 2012 me diagnosticaron cáncer. El 14 de enero del 2015 me habían dicho que todo había valido la pena y que hoy volvía a recibir las riendas de mi vida, para dejar de desperdiciarla”, dijo Colin.
A su lado había gente que pasaría mucho tiempo sentada en las salas de espera, incluso gente que sería llamada al abrazo amoroso de Jesús. A pesar de sus súplicas, recuerda el hermoso silencio de amor, ese silencio que no era vacío, sino amor coherente de un Padre que no actúa por control remoto, sino por acción de abandono de sus hijos, mencionó Roberto.
“Hoy recibimos la medalla al valor que brinda el Reino de Dios, aquellos que salimos por la puerta, sanados y los que salen enfermos. La recibimos por el mérito de no salir corriendo o no entregarnos a la desesperación. Pero sobre todo, la recibimos por el enorme amor gratuito de Dios que nos ha honrado con cada cicatriz, cada moretón y cada historia, pues gritarán por nosotros la realidad del Dios vivo y nadie podrá arrebatarnos la verdad de nuestro testimonio”.
Fuente: Diario Cristiano
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