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Peter Wald, de 52 años, tenía una vida normal en la ciudad de Hamilton, Canadá, hasta que una visita del médico le indicó que él tenía un estado avanzado de diabetes que terminó causándole una infección en su pierna. Afirmando que no creía en el poder de la medicina, él y su familia decidieron simplemente orar y esperar en Dios por un milagro.
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Sin embargo, la salud de Wald empeoró y luego entró en coma y murió.
A pesar de su muerte, la familia decidió mantener el cuerpo en su casa y desde entonces oraron todos los días pidiendo su resurrección.
Cuando la policía llegó para ejecutar una orden de desalojo porque la familia tenía meses de no pagar la renta, ellos encontraron el cuerpo en avanzado estado de descomposición en una habitación cerrada en el segundo piso de la casa. Estaba cubierto de mantas para minimizar el mal olor.
“Confiamos en Dios, pensé que si yo dejaba todo en sus manos, las cosas estarían bien. Pero eso no sucedió “, dijo Kaling, de 50 años, esposa del fallecido. De acuerdo con la legislación canadiense, ella será acusada por no notificar la muerte de su marido y todavía porque la familia rechazó el recurso de ayuda porque la enfermedad era fácilmente tratable.
El vicefiscal de distrito Janet Booy argumenta que Wald no tenía una intención mala, pero admite que sus convicciones religiosas “contaminaron su juicio”. “Es un caso muy triste”, dijo, “ella realmente creía que su marido se levantaría de los muertos”, dijo Booy.
La señora Wald estará en libertad condicional por 18 meses y se verá obligada a buscar ayuda profesional. La familia Wald vivía en la casa con cinco de sus seis hijos, que tienen entre 11 y 22 años más otros siete amigos adultos. La familia era conocida por difundir sus creencias religiosas en el barrio en el que vivían.
El caso ha generado un debate sobre ellos ya que pertenecen a una secta porque no están asociados a ningún grupo religioso conocido.
Fuente: NEW YORK POST
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